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Navidad en Belén: donde el verdadero mensaje se pierde en la política

Belén ha comenzado a ver el regreso del turismo internacional tras un vacío de dos años debido a la guerra en Gaza, lo que ha reavivado las esperanzas de recuperación del sector turístico y ha devuelto el espíritu navideño que la ciudad había perdido, 1 de diciembre de 2025. (Foto: Wisam Hashlamoun/Flash90)

Cada Navidad, me encantaba visitar Belén. Un año, me paré en la plaza del Pesebre, contemplando las luces que brillaban en el imponente árbol de Navidad. Los villancicos se mezclaban con las bandas de música, y los rostros a mi alrededor estaban llenos de alegría y sonrisas, con cámaras disparando por todas partes. 

Sin embargo, en mi interior, una pregunta silenciosa persistía: ¿Alguien recuerda todavía por qué nació Jesús? En la ciudad donde comenzó la salvación, las decoraciones parecen eclipsar el mensaje, y la celebración a menudo olvida al propio niño recién nacido. 

Afirmaciones modernas: Jesús como «palestino» 

Cada año circulan imágenes que muestran a Jesús con un keffiyeh palestino, o representado en la cruz con la bandera palestina detrás de él y soldados al fondo. Frases como «Jesús era palestino» o «el mensaje de la Navidad vino de Palestina» se difunden ampliamente, haciendo que Cristo parezca más un símbolo político o nacional que el Salvador. 

Pero, ¿es esto lo que dice realmente la Biblia? ¿Estaba la identidad de Jesús ligada a la política de una tierra o un pueblo en particular? 

La verdad es que los primeros cristianos nunca pensaron así, y las Escrituras nunca lo presentan. Estas ideas son una invención moderna, surgida en un contexto político en el que algunos buscaban utilizar a Jesús como símbolo de la lucha o la resistencia nacional. Pero Jesús no vino a liderar una revolución terrenal, sino a provocar una revolución celestial en el corazón humano.

El Jesús bíblico e histórico 

La Biblia es clara: 

«Libro de la genealogía de Jesús el Mesías, hijo de David, hijo de Abraham» (Mateo 1:1). «Porque el Mesías es descendiente de los judíos según la carne» (Romanos 9:5). 

Jesús nació en Belén de Judea, descendiente de David, en la época en que la región estaba bajo el dominio romano. El nombre «Palestina» aún no existía; solo apareció más de un siglo después, cuando el emperador romano Adriano renombró la región para borrar la identidad de Israel. 

Llamar a Jesús «palestino» no solo es históricamente inexacto, sino que también reduce su misión a una identidad terrenal, cuando Él vino a ofrecer la salvación al mundo entero. Como Él mismo dijo: 

«Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). 

Jesús no vino a salvar a una sola nación, sino a todos los que creen en Él, de todos los idiomas, pueblos y tribus. Él es el Hijo del Hombre, el Salvador del mundo, no un símbolo político ni una bandera. 

La Navidad en Belén hoy: entre el símbolo y el mensaje 

Cada año, escuchamos frases como «El mensaje de la Navidad vino de Belén» o «El mensaje de esperanza vino de Belén». Pero, ¿es la «esperanza» de hoy la misma que la que el ángel anunció a los pastores? 

Aquella noche no había cámaras ni decoraciones brillantes, solo un cielo abierto y una voz que decía: 

«Les traigo buenas noticias de gran alegría que serán para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lucas 2:10-11). 

La gran alegría no estaba en las luces ni en los adornos, sino en el nacimiento del Salvador. Hoy en día, muchos hablan de «paz» y «esperanza», pero olvidan que la verdadera paz solo proviene de Cristo, y que la esperanza real no se encuentra en los eslóganes, sino en la cruz vacía y en la tumba vacía. 

Cuando los líderes negocian con la fe 

Es doloroso que esta distorsión del significado no se dé solo entre la gente común, sino que también alcance a algunos líderes cristianos. Durante la Navidad, los discursos suelen mezclar la fe con la política, dando prioridad a la aprobación humana sobre la verdad de Dios. Se habla

de Jesús como un símbolo de unidad nacional o de resistencia, en lugar de como el Salvador que nos reconcilia con Dios. 

Los púlpitos pueden convertirse en plataformas para agendas en lugar de faros de luz y verdad. Como advirtió Cristo: 

«Nadie puede servir a dos señores» (Mateo 6:24). 

Cuando los líderes comprometen la fe para complacer a las personas, se pierde el mensaje que se les ha dado. Lo que debería ser una celebración de la salvación se convierte en un evento político, en el que incluso las historias más sagradas se utilizan para fines temporales. Pero la verdad no se puede vender ni intercambiar. La Navidad no es una ocasión diplomática, es una declaración celestial de la salvación de Dios para el mundo. 

El mensaje que necesitamos escuchar 

Las celebraciones navideñas son hermosas, pero aún más hermoso es comprender por qué vino Jesús. No vino a cambiar la política, sino a cambiar los corazones. No llevó una bandera, sino una cruz. No construyó una nación, sino que estableció un reino dentro de cada creyente. 

La verdadera Navidad no ocurre en las calles decoradas, sino cuando Cristo nace en el corazón. Solo entonces cobra vida el significado de la Navidad, cuando la oscuridad es desterrada por la luz de la salvación. 

Belén hoy: un recordatorio para sus corazones 

Belén, que en su día fue el escenario del acontecimiento más importante de la historia, se ha convertido más en un símbolo histórico que en el lugar donde nació la Vida. Sin embargo, Dios sigue llamando a cada uno de ustedes, al igual que llamó a los pastores hace dos mil años: 

«Vengan y vean al recién nacido». 

Jesús no es palestino, romano ni occidental. Es el Hijo de Dios encarnado, venido para reconciliarnos con el Padre. En un mundo lleno de ruido, su grito desde la cruz sigue siendo el único mensaje que salva: 

«Todo está consumado». 

Este es el verdadero mensaje de la Navidad. No se trata de tierras ni de política, sino de un Dios que amó tanto a la humanidad que vino en persona. 

Que esta Navidad en Belén sea el comienzo de un nuevo nacimiento, no solo en la ciudad, sino en los corazones que anhelan la luz. 

Por último:

Solía pensar que la Navidad era solo una hermosa historia que se celebraba cada año. Luego descubrí que se trata de un Dios que me amó tanto que murió por mí, abriendo la puerta de la salvación sin condiciones. Solo entonces me di cuenta de que la Navidad no es una temporada, es la vida. Y ninguna otra alegría se compara con la alegría que nace en el corazón con Cristo. 

Abdel-massih (siervo del Mesías) creció en Cisjordania en una familia musulmana antes de encontrar a Jesús y convertirse en discípulo. Él ha sido seguidor de Jesús durante varios años. 

Abdel-massih no es su nombre real, ya que revelar su identidad en el momento sería peligroso para él y su familia.

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